
Llegan otra vez estas fechas tan entrañables, con sus reencuentros familiares, sus comidas y cenas fastuosas, sus regalos, sus deseos de buena voluntad... y sus gastos tremendos. No en vano, es la época del año en la que más consumimos.
No pretendemos desde aquí que nos amarguemos estos días obsesionándonos con el consumismo o con la ecología, pero si que podríamos tenerlo en cuenta, aunque sea de pasada, para intentar en estas fiestas no provocar más daño del necesario al medio ambiente.

- Las luces navideñas. Es de cajón que si no ponemos luces para adornar nuestras casas, ventanas, balcones o jardines, no consumiremos energía. Pero ya hemos dicho que no nos vamos a amargar, así que, en el caso de ponerlas, lo aconsejable sería colocarlas de bajo consumo y ponerles un temporizador que las encienda y apague a unas horas determinadas. Queda muy feo ver lucecitas encendidas a las 11 de la mañana.
- La calefacción. Con este tema siempre tendemos a exagerar. Parece como si nunca tuviésemos la casa lo suficientemente caliente. La temperatura ideal, según los expertos, es de 19 ó 20 grados, a menos que tengamos niños pequeños, en cuyo caso se debe de aumentar un par de grados. No podemos pretender ir en manga corta por la casa mientras afuera está nevando. Pero cuidado con los días en que vamos a recibir muchas visitas. Cuando se nos juntan varias personas en casa (y más si es para una comida o cena) la temperatura tiende a aumentar muy rápidamente y al poco tiempo nos vemos en la obligación de abrir las ventanas, con el desperdicio consiguiente de energía. Hay que prevenirlo y, esos días, tener la temperatura algo más baja.

También es muy recomendable, al comprar aparatos eléctricos o electrónicos, que funcionen con baterías recargables en lugar de pilas. También es una forma de generar menos residuos.
Huyamos de los grandes embalajes. Para lo único que sirven es para llenar el cubo de la basura. El papel de envoltorio, como siempre, al contenedor azul.
- Comida. En estas fechas siempre sobra comida. Lo que pasa es que nos coge tan llenos que no podemos pensar en esos momentos en su reutilización y los tiramos directamente a la basura. Se pueden hacer muchas cosas con ellos, aparte de las típicas albóndigas de la abuela. Consultad libros de recetas y lo veréis.


Y para acabar, solamente un ruego: si conocéis a algún encargado de grandes almacenes, decidle que rebajen un poco la calefacción. Que coge una angustia...
Nada más. Os deseo, de todo corazón, que paséis unas felices fiestas.
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